La huerta donde soplan fuerte los vientos del sur

25.04.2022
Tiempo de lectura: 15 min.

Por:

Sol

Richard

Amarilla

Diana Palacios

Luis Rodriguez

Daniel Gonzalez

Kewin Prieto

Diego Medina

Lina Forero

Corredor Humanitario Ciudad Bolivar

Escuela de Medios sin comillas 2021

Lo ancestral tiene raíces profundas tanto en la tierra como en las comunidades, y aún con el paso arrollador de la hostil ciudad, los vestigios del pasado continúan presentes en el interior de la sociedad. 

Esa carga ancestral va más allá de las fronteras convencionales de la ruralidad y transita libremente por cada barrio y por cada calle de la ciudad; quizás con cierta particularidad en territorios como en la localidad de Ciudad Bolívar, cuyas raíces indígenas son evidentes. Dicha localidad es el epicentro de esta historia; allí la sociedad se mueve de manera activa, gestando con espontaneidad la acción social y comunitaria que reivindica los saberes ancestrales y el poder popular. 

De acuerdo con Jeyson Bernal en la serie Rutas por la Memoria, Ciudad Bolívar ha tenido cinco momentos importantes en la construcción de su historia:

  • Este territorio fue habitado por los Muiscas como lugar de pagamento. La cultura indigena Muisca se gestó en estas montañas al igual que en los territorios que hoy conocemos como Bosa, San Cristóbal y Usme, localidades ubicadas al sur de Bogotá. En el momento cumbre de la cultura Muisca, nuestra ciudad recibía el nombre de Bakatá. 

  • El brutal arribo de los españoles y su visión occidental sobre el territorio. Este lugar que alojó la cúspide de la cultura muisca, fue dividido en grandes fincas y usado incluso como resguardo en la guerra de los mil días, específicamente, la vereda La Ramada donde aún se logra mantener en pie una de las primeras casas construidas. 

  • La llegada de los trabajadores de empresas que se ubican en este lado de la ciudad. Los trabajadores y sus familias empezaron a poblar este territorio que dependía administrativamente de Bosa y Usme. 

  • Se logró establecer la localidad de Ciudad Bolívar oficialmente en 1983 y se hizo  independiente de otras  localidades. Esta independencia, junto con la llegada de personas de diferentes partes del país por el conflicto interno,  aumentó la construcción de viviendas y de barrios en la parte media  y alta de la localidad. A medida que se poblaba la localidad también crecía la organización social y comunitaria. Todos los avances del movimiento social empezaron acumularse y desembocaron en El Paro del 93. Este fue una expresión de deseo de vida digna de los y las  habitantes, y una de sus grandes victorias es la sede de la Universidad Distrital en la localidad. 

  • El último momento de construcción de la localidad empezó en el año 2000 con los planes de construcción inmobiliaria.

Mapstory Ciudad Bolívar acá:

Sembrando esperanza para cosechar acción popular

Una expresión de resiliencia y generación de tejido social y comunitario de Ciudad Bolívar son las huertas comunitarias. Según Diana Vargas y Juan Ruiz en su artículo de la revista Ciudad Paz-ando, muchas de las personas desplazadas que llegaron a la localidad son de origen campesino, lo que implica unos saberes sobre el cuidado de la tierra y la siembra que están concentrados en el territorio. 

Dichos saberes constituyeron una fortaleza importante para la resistencia y la acción comunitaria alrededor de las huertas comunitarias y la soberanía alimentaria. Es así como se gesta la Red de Huertas en ciudad bolívar y en el 2020 se incentiva la agricultura urbana desde la administración distrital. 

Muestra de las raíces ancestrales que moldean nuestra cultura y el movimiento social, es la huerta comunitaria Wayra del Sur. Esta iniciativa emerge como reconocimiento del territorio Muisca y como refugio de la naturaleza entre la gran capa de asfalto que cubre la localidad. 

Esta huerta nace del esfuerzo de diferentes líderes y lideresas hace unos siete años como una resignificación del espacio público, en un predio ubicado justo al lado de la sede de la Universidad Distrital de Ciudad Bolívar. Anteriormente este espacio era usado como un parqueadero que beneficiaba intereses económicos particulares.

“¿Cómo nos pensamos una ética humanista en estos espacios?¿ Nos sirve más como parqueadero y para unos intereses personales? o ¿nos sirve como un espacio verde con fauna y flora que nos ayuda a articular y recoger nuestra raíz?” cuestiona Sol, profesora de artes de la Wayra.

Las mujeres y hombres que hacen posible la Wayra no sólo  la identifican como un lugar de  reconocimiento de la herencia indígena Muisca, sino que también hacen de la huerta un espacio autogestionado donde se fortalecen los lazos del tejido social de la localidad y, con una perspectiva humanista, se protegen otras formas de vida como la de otros animales y de las plantas. 


Economía solidaria y autosostenibilidad  

La naturaleza misma de la Wayra se concibe desde lo comunitario.  Aquí los saberes de la gente y de las comunidades cobran un valor especial más allá de lo económico convencional. Es así como las y los líderes de la Wayra logran hacer que tales saberes se vean transformados en técnicas de siembra, talleres de bordado, camas de compost, ladrillos ecológicos y reciclaje, entre otras cosas. Al ser un proceso organizado desde la autonomía mucho de lo que se produce se intercambia a través de trueques. 

“Sacamos un flyer de humus y tierra abonada truequeado por lápices, pinceles y demás que nos sirvieran acá para la huerta”, Sol, profesora de artes. La huerta fue vinculada a la red agroecológica de huertas donde existe la oportunidad de reivindicar el conocimiento local y las necesidades de la comunidad ante la institución.  Es allí donde los saberes de los abuelos, acerca de cómo cuidar los diferentes tipos de plantas, cobran un valor importante en actividades como las prácticas de siembra de la Wayra, donde no se admiten semillas transgénicas. 

“A través de los abuelos es que hemos aprendido acerca de cómo cuidar el espacio y cómo cuidar las plantas…, con nuestros saberes conocemos como cuidar las plantas y no vamos a tener semillas transgénicas”, Sol.

Foto por Diego medina


Foto por Diego Medina


Otro detalle interesante es la postura política de la soberanía alimentaria, esta política empezó a relacionarse con las huertas comunitarias en Colombia y el mundo desde mediados del siglo pasado, la huerta Wayra del sur no es la excepción. 

Según la declaración política del Foro de ONG/OSC, para la Soberanía Alimentaria este concepto se refiere al derecho de los pueblos, comunidades y países; que definen sus propias políticas agrícolas, pastoriles, laborales, de pesca, alimentarias y agrarias que buscan que sean ecológicas, sociales, económicas y culturalmente apropiadas, así como que tengan la capacidad de mantenerse a sí mismos y a sus sociedades. 

Los y las profes de la huerta también promueven la soberanía alimentaria desde diferentes acciones en conjunto, una de ellas es un Aula Agroecológica que funciona como herramienta para transmitir los saberes del cuidado de la tierra y las plantas. El aula agroecológica es uno de los pilares del Aula Viva que hay en esta huerta.

Aula Viva: un espacio de educación popular y ambiental.

Otro elemento que forja la identidad de la Wayra del Sur es su Aula Viva, una expresión de educación popular donde no se aprende solo de la siembra y el uso del suelo, sino también se aprende de cine, artes e inglés, entre otras cosas. 

Por un lado, está la Escuela Popular de arte Interdisciplinaria (EPAI), que es liderada por la profe Sol; esta iniciativa busca que desde la comunidad se pueda generar conciencia de los otros seres vivos y el cuidado ambiental para una vida digna en la localidad. Basta con entrar a la biblioteca de la huerta para sorprenderse con  las creaciones artísticas y culturales que se gestan acá. Adicionalmente, en articulación con la escuela de educación especial, la profe Sol apoya a estudiantes con capacidades diversas en su desarrollo psicomotriz y lo hace sobre todo con quienes no tienen acceso a fundaciones o instituciones especializadas en el tema. 

Foto por Diego Medina


Por otro lado, en este espacio educativo alterno también toma lugar la enseñanza de inglés como lengua extranjera. Para Richard, el profesor de inglés, que entre otras cosas es oriundo de Texas EE.UU y trabaja en la Wayra hace cinco años, el inglés es un eje importante para promover el intercambio de saberes y ampliar el acceso a la información. 

El aprendizaje de inglés va más allá de sus concepciones típicas de desarrollo de competencias profesionales y es considerado como una herramienta útil para la comunicación de las personas, en temas cruciales para la huerta y la vida digna misma, es por eso, que las clases se enfocan en lo agroecológico y lo ambiental.  

La clase de inglés tiene un enfoque en las plantas, en los animales, también en lo agroecológico… en las funciones de la huerta y la autosuficiencia alimentaria, Richard, profe de ingles. 

Para dar las clases el profesor usa un lugar lleno de libros, pero rodeado por naturaleza. Es un aula viva que le da matices de tipo vivencial a lo que allí se aprende.

El Aula Viva se complementa con las clases de medicina. La profesora Amarilla, que abandera esta iniciativa, la nutre desde la medicina convencional y la ancestral. En este espacio Amarilla da a conocer  las propiedades medicinales de las plantas, y los usos de las mismas, dando cabida a los saberes de los abuelos y abuelas al igual que los saberes heredados de los indígenas. En el área medicinal la huerta cuenta con plantas como caléndula, sábila o ruda y para no perder la conexión con lo ancestral, también hay plantas base que son el cannabis y el tabaco las cuales nunca se cortan.

Este es un espacio ancestral. Wayra significa viento, viento del sur donde tenemos dos plantas principales que son el cannabis y el abuelo tabaco”, Amarilla, encargada del tema medicinal en la Wayra.

Reivindicando las tradiciones y saberes ancestrales 

La huerta Wayra del sur, fiel a su idiosincrasia, es también epicentro de rituales y festivales que hacen de las tradiciones populares y ancestrales  experiencias vivas. Un ejemplo de ello es el festival “Veci, la Calle es Nuestra” un evento promovido por las lideresas y líderes de la huerta que busca la reconstrucción del tejido social, el respeto a la vida y la resignificación de las calles y los espacios públicos. 

Este festival busca ir más allá del espacio de la Wayra y visitar lugares emblemáticos de Ciudad Bolívar como el área rural para generar una incidencia desde lo ambiental y resignificar espacios inseguros de la localidad.

Otro festival que ha sido alojado en la huerta es “Ojo al Sancocho”, una iniciativa nacida en lo comunitario que fomenta el cine y la cultura de manera democrática. Este festival es constructor de tejido social y  ha permitido hacer un cine que narra las vivencias populares desde la perspectiva de quienes las viven a diario. 

Además, está el festival del Renacer Myska que se llevó a cabo el año pasado. Este festival busca la construcción ciudadana con los saberes y tradiciones que vienen de la memoria ancestral. Para la realización de esta iniciativa  en la Wayra se organizó una minga de limpieza y se realizó la preparación del lugar que permitió levantar la casa del pensamiento Muisca y allí poder expresar la identidad indígena. 

Foto por Diego Medina


Foto por Diego Medina


Al entrar a la casa del pensamiento se ven las plantas, los alimentos como el maíz, las preparaciones y los instrumentos musicales que dan vida a un ritual místico. Dentro de la casa del pensamiento se siente vivo el espíritu Muisca, allí esa energía ancestral danza al ritmo de la quena, el siku y los tambores en medio de las personas.

Tal bagaje cultural, ancestral y popular se puede sentir al entrar al espacio de la huerta donde las plantas emanan un aroma a naturaleza que hace sentir como en casa a quien entre. En el aire se perciben las energías de lo que allí sucede a diario, es instintivo el querer conocer más del lugar. Hay varios detalles que asemejan la experiencia a una estadía en el campo: se escuchan los pajaritos que viven en los árboles o de repente llega el gallo saraviado a cantar sorprendido porque uno de los conejos lo había estrellado. Esto es la huerta Wayra del Sur, un lugar de alivio en medio de la jungla de cemento.

Del lado correcto del paro 28A

Durante el Estallido Social del 28 de abril del 2021 las juventudes en Bogotá salieron a las calles a protestar por deudas históricas del Estado y, principalmente, la reforma tributaria abusiva que pretendía imponer el Gobierno de Iván Duque. Por coincidencia o por destino, la manifestación social en Ciudad Bolívar durante el paro se gestó y se desarrolló en su mayoría, de manera pacífica, muy cerca de la huerta Wayra del sur. 

Fue en la plazoleta en frente a la sede tecnológica de la Universidad Distrital, donde se reunieron diferentes líderes, lideresas sociales y gente de la comunidad, entre ellas integrantes de la huerta Wayra del sur, para construir lo que durante el paro se llamó: El Corredor Humanitario y Cultural de Ciudad Bolivar (CHCCB). Este fue un escenario asambleario nutrido por actos culturales donde se definiría el rol de la localidad en ese suceso histórico de estallido social. Pasar por la plazoleta en frente de la Distri en el tiempo que duró el paro, era sentir la indignación en carne propia.

Transcurridos unos días después de la creación del CHCCB, la manifestación cultural y artística de esta parte de la localidad era multicultural y masiva, a pesar de estar en medio del tercer pico de la pandemia. La energía desbordaba el espacio, no importaba que la inclemencia del sol ya les hubiera cambiado el color de piel con los días, eso por el contrario era un orgullo para quienes allí se encontraban. Tampoco importaba el hambre porque el calor de la olla comunitaria cobijaba a todas las personas, el alimento no era problema. No importaba el tiempo, porque estaban haciendo amigos  y amigas mientras actuaban de la manera que les dictaba la razón y el corazón. 

Muy a fin con sus raíces ancestrales y culturales, la Wayra participó en el CHCCB con valiosas expresiones artísticas y pedagógicas, también en el almacenamiento y preparación de los alimentos en la olla comunitaria, todo esto se volvió una insignia para CHCCB. Así como la Wayra, muchas otras organizaciones sociales y habitantes de la localidad ponían su granito de arena para lograr que las cosas que nunca creyeron posibles, estuvieran por fin pasando. 

Aunque hubo actuaciones desde afuera que progresivamente fueron desarticulando el CHCCB, haber participado en él significó para las organizaciones estar del lado correcto de la historia. Lo que allí pasó fue una muestra de que en Ciudad Bolívar lo que hay es gente dispuesta a no seguir viviendo bajo las condiciones que históricamente han azotado a la localidad y el país en general. 

Foto por el Corredor Humanitario y Cultural de Ciudad Bolívar

La huerta Wayra del Sur se posiciona desde una perspectiva ancestral para proyectar acción popular a través de la siembra, educación popular con el aula viva, cuidado de la tierra, cuidado ambiental y el fortalecimiento del tejido social en la localidad de Ciudad Bolívar.

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